«La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu cuerpo es limpio, todo tu cuerpo será luminoso».
«Lo cual no significa aquí solamente sin doblez, inocente y pura, que también, sino limpia en el sentido físico del término, y además, informada por una genuina y apacible curiosidad que la empuja hacia la realidad más real de las cosas, aquella que se nos esconde y a la vez se nos brinda en las evidencias mismas, ese «otro lado» «de donde no viene nunca el conocimiento de las cosas; traspuesto el primer día, por detrás del último muro de la memoria, donde nace la otra memoria: la inmensa memoria de las cosas desconocidas»
Prólogo de «Alfanhui»
Agustín Cerezales